En Sin título (2012), Carol Bove propone una reflexión a partir del ensamblaje de plumas de pavo real sobre la superficie del lienzo. Las plumas son iridiscentes y sus colores vibrantes tan sólo parcialmente se deben a los pigmentos: también influyen factores ópticos como la luz y el ángulo de visión. De esta forma, la obra de Bove adquiere una dimensión relacional, ya que responde a los movimientos del espectador frente a ella.