Mark Rothko, una de las figuras principales de la Escuela de Nueva York, rechazaba categóricamente la interpretación de su trabajo en términos meramente formales. Su pretensión era crear un arte de intensidad abrumadora para un mundo secular; sus pinturas abstractas expresan “emociones humanas fundamentales: la tragedia, el éxtasis, la funesta fatalidad...”. El tamaño de la obra era un aspecto muy importante para Rothko: “Pintar un cuadro pequeño significa situarte fuera de tu propia experiencia, abordar la experiencia desde […] un microscopio. Sin embargo, si pintas cuadros grandes, tú estás dentro”. Así, Sin título es una pieza de dimensiones monumentales, que puede considerarse como uno de los primeros auténticos murales de Rothko. La pintura es algo inusual por su horizontalidad, ya que el artista prefería el formato vertical. Si el espectador se coloca relativamente cerca de esta obra, experimenta cómo el lienzo parece extenderse más allá de su campo de visión lateral, como si la pintura se expandiera y sobrepasara sus propios límites.