En 1962 Pablo Serrano representaba a España en la Bienal de Venecia con su nueva serie de las "Bóvedas para el hombre", que profundizaba en su preocupación por la realidad del ser humano al dar forma a estas esculturas que "(...) tienen la intención de ser "cobijos para el hombre" aunque estén en ruinas esas bóvedas (...)". Estos volúmenes cóncavos se construían a partir de la combinación de escayola, cemento, listones de madera, ladrillos y otros materiales de los que surgían composiciones que el escultor después pasaba al bronce. Fue el caso de la Bóveda para el hombre nº 63, mostrada en la Bienal de Venecia, y en la que Serrano potenció la carga expresionista de la obra al combinar el bronce en la base de la obra, con la textura y el color rojo del ladrillo con el que levantaba la bóveda, creando una estructura y un espacio imperfectos pensados para acoger a una sociedad en transformación que seguía reconstruyéndose tras los conflictos bélicos que marcaron el siglo XX.