La serie de las “Bóvedas para el hombre”, con la que Pablo Serrano representó a España en la Bienal de Venecia de 1962, supuso un paso más allá en sus reflexiones sobre la realidad del ser humano en el mundo contemporáneo, para el que creaba estas esculturas que "(...) tienen la intención de ser "cobijos para el hombre" aunque estén en ruinas esas bóvedas (...)". Configuraba volúmenes cóncavos que construía a partir de la combinación de escayola, cemento, listones de madera, ladrillos y otros materiales de los que surgían composiciones que el escultor después pasaba al bronce, dando forma a estos refugios imperfectos pensados para acoger a una sociedad en transformación que seguía reconstruyéndose tras los conflictos bélicos que marcaron el siglo XX.