Una espectacular arquitectura sirve de fondo a esta escena, que fue muy frecuente en el arte de los siglos XV y XVI. En ella, la Virgen y el Niño se encuentran apaciblemente sentados en un exuberante jardín delimitado por un pequeño muro que les sirve de asiento. Estos asientos hervaceos son habituales en la pintura flamenca del siglo XV, tras ella aparece una construcción amurallada con un camino de ronda que descansa sobre arcadas ciegas . Esta forma de cerrar la tabla es comun en la escuela de Bruselas.