Las llamadas estelas de guerrero o del Suroeste constituyen uno de los elementos definidores de la cultura material de las sociedades del final de la Edad del Bronce en el Occidente de la Península Ibérica. Ésta es un excelente ejemplo de una serie de la que hoy conocemos más de un centenar de monumentos. Se trata de sencillos monolitos realizados sobre piedras locales, que han sido someramente preparados para ser hincados en tierra y recibir, en una de sus caras, una serie de representaciones grabadas a menudo de forma muy esquemática.
Tradicionalmente han sido interpretadas como marcadores de tumbas o monumentos conmemorativos de jefes guerreros. Hoy, de forma alternativa, son interpretadas como marcadores simbólicos del territorio de una sociedad en vías de sedentarización definitiva.
Los motivos principales consisten, además de la imagen estilizada del individuo, en el equipo armamentístico del guerrero. A este conjunto básico se suman objetos en los que se reconoce claramente la influencia de las culturas del Mediterráneo oriental. Así, espejos, peines y fíbulas nos hablan de nuevas costumbres en el aseo y el vestido. Asociada al armamento, destaca entre todas la figuración de carros de dos ruedas, tirados por parejas de animales, reconocible emblema del poder.