Después de las primeras obras abstractas de Santiago Lagunas, pintadas en 1948 y en las que todavía se reconocen los referentes reales, a lo largo de 1949 el pintor va simplificando y geometrizando sus composiciones, partiendo de los antecedentes del constructivismo y del postcubismo. Crea composiciones muy estructuradas, en las que el trazo negro compartimenta y divide las zonas de color; el triángulo y las líneas en zig-zag organizan y construyen el cuadro. Esta composición la realiza a base de trazos gruesos negros que delimitan formas triangulares y poligonales, en colores pardos y ocres, formas entre las que se destacan algunas líneas blancas, así como un cuadrilátero y manchas blancos. También se encajan en esta retícula una forma circular roja y una cruz negra, posibles alusiones a la estrella de Belén y a Cristo.