Esta mágnifica pintura de Goya forma parte de una serie de seis “asuntos de Brujas” encargados por los duques de Osuna para su finca “El Capricho”, en las cercanías de Madrid. El personaje principal de la escena es el diablo, representado como un gran macho cabrío al que se le dan dos niños como ofrenda. El conjunto de pinturas, además de representar un episodio inspirado en el Auto de Fe de Logroño (1610), se considera una crítica satírica a la superstición por parte de la sociedad ilustrada a la que pertenecían tanto los duques de Osuna como el pintor.