La fertilidad fue uno de los temas que más obsesionó a Frida; éste aparece representado en varios de sus cuadros, en donde la relación hombre-tierra-sangre se hace evidente. En este caso es a través de tres elementos que guardan una relación muy estrecha: por un lado, un cactus cuyas grandes hojas o pencas simulan las piernas de una mujer, por donde transitan espermatozoides en busca de un óvulo que fecundar; por otro, un embrión totalmente formado flota en el aire y se mantiene unido al cactus, a través de un cordón umbilical que se enreda en una de las ramas de la planta, buscando su correspondencia con el corazón, de cuyas arterías brota la sangre que fecunda y da vida a la tierra. En el cielo, una nube negra presagia el futuro incierto de este bebé, como si se anunciara que nunca verá la vida.