Al viejo estilo de los tracistas, los fundadores del Museo Catedral de Santiago, don Robustiano Sández y José Larramendi, dejaron, en una inscripción a lápiz en la parte inferior de un banco ubicado en una de las salas, memoria de la puesta en marcha del museo, que pronto había de aparecer, de un modo destacado, en los primeros libros de viajes de la época. Incluso llegó a publicarse, en una edición modesta, una primera guía del museo en la que se hacía relación de las piezas en exposición.