El clima apocalíptico de este paisaje de Juan O’Gorman proviene tanto de sus abigarrados senderos y sus árboles secos como de su título. "Consumatum est", o “Ya todo está cumplido” fueron, según el Evangelio de San Juan, las últimas palabras de Cristo en la cruz. Arquitecto además de pintor, O’Gorman fue un artista particular en una atmósfera particular, como lo fue el México de la primera mitad del siglo XX. Su pintura de trazos finos y precisos combina detalles minuciosos con vistas generales que obedecen a una mente arquitectónica, atenta a los espacios. Sus figuras y escenarios fusionan la fantasía de la imaginería popular mexicana (hija del macabro y del barroco español) con ciertos elementos de la pintura moderna. Amigo de Diego Rivera (de quien muchos lo definen como heredero artístico), él también fue un pintor de la Revolución, que realizó importantes murales y se preocupó por reivindicar aquel “presente” nacional. Como en la de otros artistas mexicanos contemporáneos, a través de cierto espíritu onírico y surrealista se filtra, en su obra, la herencia de los clásicos. En este paisaje en particular, son innegables las referencias al Bosco y al Greco, tanto como a la pintura mexicana de la época de la colonia.