Una mujer joven está de pie junto a una mesa mientras se mira en un espejo para arreglar el collar de perlas que lleva puesto. La luz inunda la habitación a través de un vitral. El amarillo de la cortina y la chaqueta forrada, así como la pared blanca e impoluta (una obra maestra en lo que respecta a los finos matices de su coloración), crean una intensa sensación de color que se ve reforzada por el primer plano en azul oscuro. Vermeer es uno de los artistas holandeses más famosos, a pesar de que su obra consta de solo treinta y cinco pinturas. Utilizó la perspectiva como un importante dispositivo de composición y expresión. Aquí, el punto de fuga está justo encima de la mesa y, por lo tanto, debajo del nivel de la vista del objeto. Esto crea una especie de vista de gusano que permite monumentalizar la figura y los objetos. Para lograr el efecto de profundidad, el artista permite que el borde de la imagen atraviese la silla, lo que también aumenta la sensación de intimidad. Las vistas en primer plano similares a esta de personas que realizan actividades cotidianas son el tema favorito de Vermeer. La pared desnuda se convierte en un campo de tensión que media entre la mujer y el espejo, y que la hace parecer más intensa. En la pintura holandesa, este motivo se remonta hasta Hieronymus Bosch. Se consideraba que los espejos eran un símbolo tradicional de orgullo y que invocaban la mezquindad y la transitoriedad de lo mundano. Las perlas son una posesión costosa que también pueden asociarse con la vanidad.
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