Movimiento artístico de carácter informal que abarcó la arquitectura y las artes decorativas, y que defendía la unidad de las artes, la experiencia de cada artista, la calidad de los materiales y la construcción en la obra en sí. Este movimiento se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX y se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Obtuvo el respaldo de los diseñadores, arquitectos y artistas más progresivos, así como de filántropos, amateurs y mujeres de clase media que deseaban trabajar desde sus hogares. Todos ellos se establecieron en pequeños talleres alejados del mundo de la industria, recuperaron antiguas técnicas y optaron por emplear los artículos domésticos de la época previa a la industrialización. El movimiento tuvo más fuerza en los países industrializados del norte de Europa y en Estados Unidos, y puede interpretarse como una reacción descentrada frente a la industrialización. Aunque resulta una convicción utópica por tratar de luchar contra el proceso de industrialización, no fue único. A decir verdad, este movimiento es solo una de las numerosas iniciativas reformistas que surgieron a finales del siglo XIX, como el movimiento urbanístico de las ciudades jardín, el vegetarianismo y la recuperación de la música folclórica, que trataban de favorecer los valores románticos de la naturaleza y la cultura folclórica frente al carácter artificial de la vida moderna.