Domenico Fontana fue un arquitecto italiano del Renacimiento tardío, que trabajó en Roma y en Nápoles, recordado por haber colaborado con Sixto V en las reformas urbanas de Roma, con la erección de los obeliscos egipcios encontrados entre las ruinas y la apertura de nuevas vías. Sus obras más destacadas fueron la loggia de la fachada septentrional de San Juan de Letrán y el palacio de Letrán, en Roma, y el Palacio Real de Nápoles, finalizado por su hijo.
Según el crítico Norberg-Schulz, «Fontana suele considerarse un arquitecto frío y sin imaginación, aunque tuvo algunas ideas muy nuevas y fértiles para la distribución de espacios».