Las cabezas colosales son rasgos distintivos de la civilización olmeca de la antigua Mesoamérica. Las primeras investigaciones arqueológicas de la cultura olmeca fueron llevadas a cabo por Matthew Stirling en Tres Zapotes en 1938, estimuladas por el hallazgo de una cabeza colosal en el siglo XIX. Hasta la actualidad, se ha confirmado la existencia de diecisiete cabezas de piedra, todas dentro del corazón olmeca en la Costa Golfo de México, en los estados de Veracruz y Tabasco. La mayoría de las cabezas colosales fueron esculpidas en rocas esféricas, a excepción de dos, halladas en San Lorenzo-Tenochtitlán, que fueron talladas desde tronos de piedra maciza. Un monumento adicional, en Takalik Abaj, en Guatemala, es un trono que pudo haber sido esculpido a partir de una cabeza colosal. Este es el único ejemplar fuera del corazón olmeca.
La datación de los monumentos ha sido difícil debido a los cambios que muchos han presentado respecto a su contexto original. La mayoría de las cabezas datan de principios del Periodo Preclásico y algunas del Periodo Preclásico Medio.