Tendencia cultural dominante en el mundo occidental que se desarrolló a finales del siglo XVIII y el XIX. Generó una revaluación de la naturaleza del arte y de la función del artista en la sociedad. De manera significativa, a partir de la década de 1790, se convirtió en un movimiento de autoproclamación, el primero de este tipo, e inició una tradición que se ha mantenido en la cultura occidental desde entonces. La mayoría de los artistas que se han concebido posteriormente como protagonistas de este movimiento lo rechazaban o ignoraban. Aunque es difícil definirlo en términos precisos, implica esencialmente los siguientes factores: 1) supremacía de la emoción y la intuición frente a la razón (o, al menos, importancia similar), 2) convicción de que existen áreas de experiencia fundamentales que se ven perjudicadas por la mente racional, 3) creencia en la importancia general de la persona, en lo individual y en lo subjetivo. De hecho, se caracteriza por criticar la fe en el progreso y la racionalidad que caracterizó la tendencia del pensamiento y de las acciones de Occidente desde el Renacimiento.