Torres Quevedo: los grandes inventos del creador de la automática

Leonardo Torres Quevedo nació en 1852 en la localidad cántabra de Santa Cruz de Iguña. Al terminar sus estudios de Ingeniería de Caminos en 1876 decidió que su profesión debía orientarse al mundo de la ciencia, la tecnología y la invención, pues era un apasionado de las matemáticas.

En la imagen, casa natal de Leonardo Torres Quevedo en Santa Cruz de Iguña, Cantabria.

Su principal preocupación era lograr resolver problemas matemáticos mediante la física. Es por esto que fue capaz de sobreponerse a las limitaciones de su tiempo para crear, por ejemplo, máquinas capaces de desarrollar tareas complejas y cercanas a la inteligencia artificial.

En 1922, la Universidad de la Sorbona le nombró Doctor Honoris Causa, y en 1927, fue elegido como uno de los doce miembros asociados de la Academia de Ciencias de París. Fue miembro de múltiples academias, tanto españolas como extranjeras. Entre ellas la Hispano Americana de Cádiz, la de Ciencias de Zaragoza, Buenos Aires o París, la Sociedad de Física y de Historia Natural de Ginebra.

Una de las distinciones más importantes ha sido el reconocimiento que el IEEE (Instituto Internacional de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos) ha hecho a la originalidad de Torres Quevedo en el desarrollo del control remoto, que dio lugar al telekino.

La distinción se materializó con la colocación en 2007 de un milestone, en el Museo Torres Quevedo.

Recibió además condecoraciones como la Gran Cruz de Alfonso XII o el Premio Parville de la Academia de Ciencias de Paris. En 1953 tuvieron lugar actos conmemorativos del Centenario de su nacimiento, con intervención de las más altas personalidades académicas, científicas y universitarias del país y de fuera de nuestras fronteras.

En 1991, la Comisión de Parques del Niágara colocó al pie del Transbordador una placa conmemorativa que recuerda la autoría de Torres Quevedo.

Un personaje como Torres Quevedo no puede dejar de tener monumentos levantados en su honor. Por esto, los amigos de la Cultura Científica, promovieron en el año 1986 la colocación de una estatua de Torres Quevedo en Santa Cruz de Iguña (Cantabria) realizada por suscripción popular.

El 28 de diciembre de 2012, Google dedicó el doodle a Leonardo Torres Quevedo en el 160 aniversario de su nacimiento, con un dibujo del "Spanish Aerocar" transportando al inventor, unas piezas de ajedrez para recordar sus ajedrecistas y una vaca que simboliza su primer transbordador en Molledo.

El año 1958 se volvió a celebrar una Exposición Universal tras el paréntesis de la Guerra Mundial. Este es el folleto sobre Leonardo Torres Quevedo que se divulgó en la exposición. Se presenta como precursor de la automática y la telemecánica. Su participación supuso el reconocimiento del ingeniero como representante de la ciencia española moderna.

Viviendo en Molledo, Cantabria, en el año 1886 construyó su primer transbordador que salvaba un desnivel de 40 metros de altura, recorría una distancia de 400 metros y estaba impulsado por un par de vacas.

En 1887 patentó un funicular de varios cables, sustentados por contrapesos independientes, de modo que la rotura de un cable no fuera peligrosa.

El primer transbordador apto para transporte de personas lo instaló en el Monte Ulía de San Sebastián en 1907, desapareciendo en 1912 cuando el parque de atracciones del monte Igueldo desplazó al Ulía.

El transbordador más famoso, realizado por Torres Quevedo es el del Niágara. Para su construcción y montaje se creó la sociedad The Niagara Spanish Aerocar Company Limited a partir de la sociedad anónima de "Estudios y Obras de Ingeniería".

La construcción y el montaje del transbordador lo dirigió su hijo Gonzalo entre 1914 y 1916. El transbordador une dos puntos de la orilla canadiense del río Niágara con una luz de 550 metros.

Entre los años 1910 y 1920, Torres Quevedo demostró las ventajas del sistema electromecánico sobre los procedimientos mecánicos. La última publicación propiamente científica del inventor fue Arithmomètre électromécanique, en la Academia de Ciencias de París, próximo a cumplir 70 años.

Las máquinas algebraicas son calculadoras analógicas que resuelven ecuaciones matemáticas. Las cantidades se representan por magnitudes físicas, el proceso matemático se asocia con un proceso operativo de ciertas magnitudes físicas, y el resultado físico obtenido se corresponde con la solución matemática buscada.

En 1920 construyó el aritmómetro electromecánico, la primera calculadora digital del mundo. Éste se construyó utilizando relés y demostró gran velocidad en el cálculo y la posibilidad de introducirlos en circuitos lógicos.

En 1905, con ayuda de Alfredo Kindelán, Torres Quevedo dirigió la construcción del primer dirigible español en el Servicio de Aerostación Militar del Ejército, en Guadalajara. El España realizó numerosos vuelos de exposición y prueba con gran éxito.

El escaso presupuesto y las deficiencias tecnológicas de nuestro país hicieron que Torres Quevedo acudiese en 1909 a la firma francesa Astra, a la que cedió los derechos de explotación de la patente al resto del mundo, excepto en España, donde el dirigible podía ser construido por cualquier español libremente.

En 1911, se inició la fabricación de los dirigibles Astra-Torres, adquiridos por los ejércitos francés e inglés a partir de 1913 y utilizados durante la 1ª Guerra Mundial en tareas de protección e inspección naval.

Torres Quevedo contribuyó a la mejora de vuelo de los aparatos. Se dedicó a mejorar su estabilidad dinámica y plasmó sus conclusiones en una memoria que presentó a la Academia de Ciencias de París y a la Academia de Ciencias de España.

En 1918, Torres Quevedo diseñó un dirigible al que llamó Hispania con el que se pretendía realizar el primer vuelo transatlántico desde España. Finalmente no pudo realizarse por falta de financiación para el proyecto.

Fueron tres los aparatos principales que fueron previa, simultánea y posteriormente alumbradores y consecuencia de sus concepciones sobre automática: el aritmómetro electromécanico, el telekino y el ajedrecista.

El telekino es un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas y convertía éstas en movimiento.

La idea de una máquina con capacidad de decisión indujo a Torres Quevedo a proponer una ampliación de la teoría tradicional de máquinas con una nueva rama, a la que denominó automática, cuyo objetivo sería examinar los procedimientos que pueden aplicarse a la construcción de autómatas dotados de una vida de relación más o menos complicada.

Para demostrar sus teorías de automática, Leonardo Torres Quevedo construyó el año 1912 una máquina que jugaba al ajedrez. Se trata de un modelo experimental que presentó en París en 1914.

En el año 1920 construyó el segundo ajedrecista, introduciendo mejoras notables en lo que se refiere a su presentación. Desde el punto de vista automático no ofrece ningún perfeccionamiento esencial con relación al primero. Puede considerarse como un juguete científico destinado a demostrar las posibilidades de la teoría general de automática.

El Laboratorio de Automática se fundó en los primeros años del siglo XX bajo la dirección de Torres Quevedo. Es importante destacar la labor de apoyo que dio a otros científicos conocidos como la generación del 14, fabricando aquí máquinas para ellos.

El Centro de Ensayos de Aeronáutica fue el origen del que sería el Laboratorio de Automática. El cambio de nombre es símbolo de la capacidad de trabajo en diversas áreas de Torres Quevedo. Acudieron a él múltiples miembros de la comunidad científica y de las universidades españolas.

La colaboración más extensa fue la de Miguel Pérez Santano, que inventó un sistema dúplex que mejoraba el funcionamiento de los telégrafos Hughes.

Durante su vida construyó decenas de ingenios matemáticos que pueden considerarse precursores de la informática y la automática. Estos inventos estaban muy avanzados con respecto al desarrollo de la ciencia en el siglo XIX.

Algunas de estas máquinas, capaces de resolver incluso ecuaciones diferenciales, se guardan en este museo.