Evolución y retos ambientales del paisaje urbano de Granada

La capital granadina se asienta sobre una amplia depresión, a 680 metros sobre el nivel del mar, surcada por el río Genil y sus afluentes, a los pies del conjunto montañoso más alto de la península, Sierra Nevada.

La gran riqueza agrícola y mineral de esta gran llanura aluvial, que ha recibido los sedimentos del joven macizo Bético durante miles de años, propició la pronta ocupación humana de la zona hasta conformar su paisaje urbano actual.

Pese a las escasas precipitaciones anuales, su extensa red hidrográfica, encabezada por el Genil y sus principales afluentes, los ríos Darro, Beiro, Monachil y Dílar, atraviesa el municipio, bañando las fértiles tierras de la comarca en la que se ubica, la Vega de Granada.

Sin embargo, la intensa y desaforada actividad urbanística y agrícola amenazan con romper el frágil equilibrio existente en la relación campo-ciudad de este espacio de gran valor económico, cultural y natural.

Los residuos de fertilizantes nitrogenados están afectando no solo la calidad de las aguas de ríos y acuíferos, pantanos y embalses, sino la de la compleja trama paralela de fuentes, aljibes y acequias que serpentean la ciudad desde época andalusí. 

Este reto de salud pública y medioambiental hace que se plantee, con la tecnología y medios modernos, la creación de biofactorías que permitan la correcta depuración y gestión de residuos o, en definitiva, la obtención y devolución eficiente de agua limpia del medio.

Aparte del agua, otro de los condicionantes que propician la ocupación del territorio es la orografía, que marcará desde la distribución de la población hasta la arquitectura, las formas de vida o la zonificación de las urbes.

En este caso, uno de los relieves más característicos de la capital lo constituye el Conglomerado o Formación Alhambra, una gran acumulación de depósitos que da forma a las colinas sobre las que se ubican la Alhambra y el Generalife y los barrios del Sacromonte y el Albaycín. Sobre la cima de este último punto, el Albaycín, se produce el primer asentamiento conocido, en el siglo VII a. C., el oppidum íbero amurallado Ilturir. 

Por los registros arqueológicos conocidos hasta la fecha parece que la ciudad íbero-romana quedó prácticamente despoblada hacia la Alta Edad Media hasta la fundación de Madinat Garnata por los ziríes en el siglo XI, que volvieron a escoger esta colina para establecerse.

A lo largo de los periodos zirí, almorávide, almohade y nazarí la ciudad fue expandiéndose, erigiendo sucesivas murallas, que albergaban los diferentes barrios de calles intrincadas y densamente poblados. Muchos contaban con servicios comunitarios como escuela, baño y aljibe. 

Tras la conquista se desarrolla una política urbanística de reafirmación del nuevo poder levantando edificios relevantes, como la Catedral, y se procede a la “castellanización” de la trama urbana ensanchando las calles y creando amplias plazas, como Plaza Nueva.

El impulso de la industria azucarera y la incorporación de la ciudad en la red de ferrocarriles en el siglo XIX, propició su modernización urbana, con el embovedado del río Darro y la creación de la Gran Vía de Colón, que conllevó, asimismo, una gran pérdida patrimonial. 

En el siglo XX continúa la reforma y ensanche del centro y, debido a la explosión demográfica y al éxodo rural a la capital, se inicia un proceso de expansión urbanística hacia la Vega, que da lugar a la rápida y precaria configuración de barrios como la Chana y el Zaidín.

Aquel crecimiento descontrolado generó críticas y una fuerte oposición popular, entre cuyas conquistas cabe destacar la preservación de la Huerta de San Vicente en el interior del Parque Federico García Lorca, uno de los espacios verdes con los que cuenta la ciudad.

Asimismo, el desarrollo urbano depende del modelo productivo que, al igual que otros aspectos, ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.

De una economía basada tradicionalmente en la agricultura, el comercio y la artesanía, el consumo de subsistencia y la reutilización de bienes...

...se transicionó a una fuerte industria agroalimentaria en los siglos XIX y XX, que en las últimas décadas, ha perdido peso frente a los principales motores económicos de la actualidad, la construcción y el turismo.

Cabe replantear y diversificar la producción en base a los grandes recursos con los que cuenta la ciudad, ¿reindustrialización haciendo uso de energías renovables, como la empleada en los antiguos molinos? ¿Desarrollo de un potente sector I+D+i asociado a la Universidad?

Debido a las emisiones y, volviendo al inicio, a la ubicación de Granada en una depresión rodeada de montañas, el municipio registra una de las tasas de contaminación del aire más altas del país. Este desafío puede llevar a apoyar las peatonalizaciones, el uso de vehículos de baja emisión y una fuerte inversión en transporte público.