Gustav Klimt: Las tres edades

Le tre età (1905) de Gustav KlimtLa Galleria Nazionale

Gustav Klimt completó "Las tres edades de la mujer" en 1905, el mismo año en que se presentó la obra durante la segunda exhibición de la Deutscher Künstlerbund (Asociación de Artistas Alemanes) en Berlín. También se la exhibió en la Bienal de Venecia de 1910, donde tuvo una gran aceptación, y fue posteriormente vendida para la Exhibición Internacional de Arte de 1911, en Roma, organizada para el 50.° aniversario de la Unificación italiana (Risorgimento). Klimt participó y ganó la medalla de oro en el pabellón de Austria. El estado italiano albergó la obra en la Galería Nacional de Arte Moderno (Galleria Nazionale d'Arte Moderna) de Roma, que había sido inaugurada recientemente. En "Las tres edades de la mujer", Klimt utilizó una vez más la alegoría y el simbolismo, mecanismos que desplegó con maestría en sus pinturas para la Universidad de Viena y que continuó utilizando hasta el final de su vida. Se trata una de las grandes pinturas alegóricas, por la que, gracias a su refinada elegancia, el artista obtuvo un gran reconocimiento.

Klimt representó la figura de la mujer anciana aislada, a la izquierda, con un estilo sumamente realista y expresivo, que contrasta en gran medida con el de las otras dos figuras y con el fondo abstracto. Retrató el deterioro físico de la mujer mayor con sombría precisión y hasta el último detalle, de modo similar al de una observación médica. Las imperfecciones del cuerpo envejecido de la anciana son representadas con brutal severidad: las venas azules hinchadas que se ven en las manos deformadas (y que también aparecen en los pies) hacen que parezcan garras. El cabello de la mujer es gris y sin vida; cuelga desde el cráneo y le cubre la cara. La piel marchita, la clavícula y las articulaciones torcidas, en combinación con el vientre hinchado, evocan el paso de la fertilidad a la esterilidad. La anciana está de pie con la cabeza inclinada y se cubre los ojos con la mano izquierda, tal vez porque llora ante el horror del paso del tiempo. La representación grotesca que hace Klimt del cuerpo envejecido y la postura de la figura, presa del dolor, plasman una visión angustiante del cruel destino de la belleza, que se desfigura con el tiempo.

Junto a la anciana, hay una mujer envuelta en un velo. Su cara expresa satisfacción y felicidad, en un estado de alegre abandono retratado con amable serenidad. Es de estatura baja, contextura delgada y piel blanca. El cabello rojo enmarca su rostro anguloso. Envuelta en un velo transparente adornado con sensuales arabescos, encarna la figura de la mujer seductora. Si observamos la belleza de esta mujer que tiene los ojos cerrados, tendremos sentimientos encontrados de placer e incomodidad. En las obras de Klimt, la posición erótica de las mujeres, alejada de manera intencional del ideal clásico de belleza, a menudo esconde un trasfondo inquietante. El personaje de la joven madre está fuertemente estilizado; su cabello ondulado contrasta con las formas suaves de su silueta redondeada.

Tiene en sus brazos a una niña dormida, que refleja la dulce y virtuosa inhibición de la madre. El cuerpo pequeño está en armonía con el de su madre, que lo sostiene con amor. Su posición sugiere que la joven madre la arrulló con los latidos de su corazón.

El color prominente del fondo es el negro, algo infrecuente en la obra de Klimt. Además, hay una zona de colores dorados y bronceados, en la que también está presente el negro. Los motivos ornamentales que rodean a las dos figuras principales sugieren cualidades contrapuestas. Refuerzan la idea del conflicto entre la vejez y la muerte, representadas por un aura rojiza marcada con grandes manchas oscuras; y la niñez y la juventud, caracterizadas por tonos más suaves y delicados. La composición y el simbolismo de los colores destacan el contraste entre los dos principios antagónicos, lo que es acentuado por una línea horizontal que divide claramente el fondo en dos secciones distintas: una oscura y otra clara. La pintura representa todas las etapas de la vida: el inicio, el auge y la decadencia. La silueta de la anciana, al igual que la de la madre con su niña, es sostenida contra su voluntad por una fuerza ascendente y está rodeada por burbujas decorativas o discos decorados de forma concéntrica, que en algunas partes envuelven a las figuras.

Los círculos decorativos recuerdan a las células, o tal vez a los óvulos, y sin duda son símbolos que representan la vida y la energía, en tanto que los espacios en negro evocan el silencio y la muerte.

También hay diferentes triángulos y espirales de colores, y capas de tonos dorados, plateados y bronceados con pequeñas perlas, que forman la base de la pintura y están rodeados por una superficie ornamental de aspecto orgánico.

Las figuras y el fondo decorativo se integran en una composición vertical de colores intensos. Esta se combina con la franja horizontal oscura, que cruza la parte superior del fondo, para formar una especie de cruz. La franja de color marrón negruzco opaco se sitúa por encima de la capa más clara, donde una transparencia irregular termina de conformar el fondo inusualmente ancho: como en una cortina de lluvia, una multitud de puntos de luz caen sobre un fondo de color bronce, lo que imita el efecto de la trayectoria de las estrellas.

En la obra de Klimt, la decoración es una metáfora de la materia primordial que, de forma continua y eterna, muta, evoluciona, da vueltas, gira en espiral, serpentea y se retuerce en un furioso remolino, al tiempo que asume todo tipo de formas. La decoración revela una ambivalencia en cuanto al significado simbólico, independientemente de su fuente histórica. Incluso los elementos ornamentales son ambivalentes y su significado también es ambiguo e impreciso. De este modo, la fuerza inherente del simbolismo decorativo deja una marca en el inconsciente del observador. Mediante una abundancia de ornamentación simbólica, de la que se pierden el significado y los recuerdos, el artista desarrolla los ritmos melódicos del linealismo y siempre concluye en el inicio. A esto le suma las armonías delicadas y melancólicas de los colores apagados, cenicientos y nacarados, con destellos deslucidos de tonos dorados, plateados y esmaltados.

La serenidad espiritual de la joven madre contrasta con la desesperación de la anciana, que constituye una proyección del futuro y una imagen del dolor y el terror a la muerte. La visión alegórica de Klimt tiene su origen en la relación entre la fuerza erótica y la fatalidad de la muerte. A través de su obra, el artista revela su interpretación personal del concepto de Eros y Tánatos. Sin duda, fue influenciado por la tradición iconográfica de la vanitas del Renacimiento alemán y flamenco, en la que se solía representar a una mujer hermosa junto a la Muerte. En esta pintura, el amor y la muerte tienen un vínculo indisoluble. A pesar de la alusión al deterioro biológico inevitable, la pose afectuosa de la joven madre, que evoca a la Flora de Botticelli, y su tranquila indiferencia parecen insinuar que el único sueño de inmortalidad consiste en continuar viviendo con esperanzas hacia el futuro.

Créditos: Historia

Texto de Barbara Tomassi

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