¿Cómo se convirtió la talavera en símbolo de la cocina poblana?

La historia de la talavera es un ejemplo vivo del mestizaje artístico y cultural que se dio en el México colonial y que perdura hasta la época.

Sopera con motivos vegetales (1850/1900) de AnónimoMuseo Amparo

Vajillas dignas de los platillos

La gastronomía de Puebla ha ofrecido icónicos platillos que son una parte indispensable de la dieta mexicana. Para platillos de tal renombre, se requieren vajillas, platos e incluso cocinas enteras que les hagan honor. Nada mejor que el característico blanquiazul de la talavera de Puebla y sus creativos diseños.  

Jarra polícroma con rosetones y flores (1940/1980) de Talavera UriarteMuseo Amparo

Este material es sinónimo de belleza y  practicidad, producto del mestizaje de las culturas originarias mexicanas y otras artesanías del mundo.      

Por supuesto, para que llegara a convertirse en el símbolo que es hoy en día, hay toda una historia de ingenio donde entra en juego el mestizaje de técnicas locales y del Viejo Continente.

Tazón con motivos florales (1850/1860) de AnónimoMuseo Amparo

Los orígenes de la talavera

La talavera apareció en México en el siglo XVI tras la llegada de alfareros españoles, provenientes de una región llamada Talavera de la Reina que se instalaron en la recién fundada ciudad de Puebla de los Ángeles. 

Estos alfareros tenían la costumbre de realizar un tipo de loza inspirada en la cerámica musulmana y china llamada mayólica.  

Panel de San Pascual Bailón (1992) de Talavera UriarteMuseo Amparo

Fue por estos conocimientos que a los alfareros se les encargó crear materiales para las tuberías de la recién fundada ciudad de Puebla. 

Por supuesto, los alfareros tuvieron que adaptar sus técnicas a los materiales locales.    

Para ello, incorporaron los saberes de las comunidades locales en el uso del barro y con ello adaptaron sus técnicas para elaborar la mayólica. 

Jarra polícroma con motivos vegetales (1840/1870) de AnónimoMuseo Amparo

Simultáneamente, los alfareros hallaron un nuevo negocio en las familias acomodadas que llegaban a la Nueva España y deseaban tener vajillas finas sin tener que importarlas desde España, ya que la porcelana y la cerámica tendía a romperse en el viaje. 

Esto dio pie a que los artesanos crearan un nuevo material no solo vistoso, sino también práctico, es decir, las primeras versiones de lo que en un futuro sería la talavera poblana.

Contenedor para cosas calientes con agarraderas (1880/1900) de AnónimoMuseo Amparo

En camino a la talavera moderna

La talavera como hoy se conoce no surgió sino hasta alrededor del siglo XVIII, cuando los descendientes de los primeros alfareros que llegaron de España se dieron a la tarea de convertir la loza en un material mucho más fino.    

Plato repostero 2 (1890/1920) de AnónimoMuseo Amparo

Para lograrlo, le agregaron azul cobalto y estaño, creando superficies mucho más pulidas y ostentosas. 

Platón semihondo con motivo floral (1780/1850) de AnónimoMuseo Amparo

Pronto, los talleres alfareros comenzaron a crear vajillas enteras, vasos, jarras, platos de todas formas y tamaños con este nuevo material colorido, elegante y, sobre todo, práctico.

Tazón polícromo con motivos florales (1850/1900) de AnónimoMuseo Amparo

Fue tanto así que la misma talavera llegó a utilizarse para recubrir las paredes de casas, lavabos y, por supuesto, cocinas. 

Contenedor para cosas calientes (1850/1870) de AnónimoMuseo Amparo

La talavera ya no era sólo un elemento decorativo, sino una obra de arte que acompañaba el día de muchas familias poblanas y, eventualmente, de muchos mexicanos a lo largo de todo el país.

La fineza, la creatividad y el cuidado que hay en la creación de objetos de talavera es lo que le ha otorgado en la actualidad su denominación de origen; es decir, no se puede conseguir material como éste en ningún otro lugar del mundo. 

Plato extendido con motivos vegetales (1850/1900) de AnónimoMuseo Amparo

Más allá de lo llamativos que resultan los objetos de talavera, a través de ellos somos testigos de cómo técnicas artísticas de otras culturas se han adaptado no sólo a las artesanías mexicanas, sino a la vida cotidiana y la mesa del mexicano común. 

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