Matilde Calderón y Guillermo Kahlo (0) de Guillermo KahloMuseo Frida Kahlo
Lo que distingue a los países de la América Latina del resto del mundo, es la riqueza cultural que las civilizaciones originarias han aportado a su desarrollo moderno. Cuando uno camina por las calles de Mérida, de Chichicastenango o de Otavalo, se encuentra con una mezcla de identidades completamente singular. Lo anterior nos deja ver este tejido social distinto, donde una mujer mestiza yucateca, portando un hipil maravilloso de hilo contando, habla en maya por un teléfono móvil de ltima generación; lo que nos permite deducir que es dueña de todos las posturas culturales de su tiempo y las sabe reunir dentro de su vida diaria en el siglo XXI.
Este mismo fenómeno es el que podemos observar en las creaciones de Frida Kahlo. Desde su origen étnico, hija de un fotógrafo alemán, Guillermo Kahlo y una mujer oaxaqueña, Matilde Calderón, Frida crece con dos visiones formativas distintas, en donde las tradiciones folclóricas de su padre y su madre se entrelazan. Cuando vemos las obras tempranas de Frida, podemos encontrar que su singularidad como artista radica exactamente en esta combinación cultural, la cual practicará durante toda su trayectoria.
Pancho Villa y la Adelita (ca. 1927) de Frida KahloInstituto Tlaxcalteca de la Cultura
Cuando tiene 20 años, en 1927, Frida está completamente consciente de que su labor creativa se va a desarrollar como artista plástica. Y es importante saber que no solamente pensó en ser pintora, sino que por influencia de su padre, pero sobre todo de la artista de la lente italiana Tina Modotti, practicó también la técnica fotográfica profesionalmente.
En el momento en que decide ser creadora, ser una mujer artista era en sí una postura
transgresora, pero además el modelo pictórico que elige, era uno que en México, en esos años, el público no lo lograba entender.
Para que veamos cómo es que Frida reúne sus tradiciones familiares en su arte, pongamos como ejemplo una de sus pinturas, La Adelita, Pancho Villa y Frida, de 1927. En este óleo, Kahlo está empleando una manera plástica que nace en 1909 en Europa, el futurismo. Ésta vanguardia en México se practicaba desde 1921 bajo el nombre de estridentismo y Frida fue la única mujer pintora que incorporó este estilo en sus creaciones. Para Kahlo las vanguardias europeas y las novedades técnicas no eran un tabú, debido a que su padre, fotógrafo, debía estar al tanto de las primicias que se daban en su campo de acción.
Retrato de mi padre Wilhelm Kahlo (1952) de Frida KahloMuseo Frida Kahlo
En casa de Frida el mundo occidental encabezado por Europa, era un bien común. Su padre tenía un estudio comercial, donde utilizaba telones para realizar los retratos de la clientela, estos en su gran mayoría representaba paisajes bávaros nevados, los cuales Frida ayudaba a pintar. La familiaridad con que su padre recreaba estas escenas, le venía de los paseos que realizó en su juventud, antes de emigrar a México.
Matilde, Adriana, Frida y Cristina Kahlo (1916) de Guillermo KahloMuseo Frida Kahlo
Mi familia (inconcluso) (1949 - 1950) de Frida KahloMuseo Frida Kahlo
Por otro lado, estas experiencias eran exactamente iguales a las evocaciones de su madre - mestiza-, sobre las tradiciones indígenas de Oaxaca. Ella tenía fotografías familiares donde la parentela estaba vestida a la usanza juchiteca o tehuana. Dentro de las posesiones de la madre se encontraban campanas de barro negro, las cuales Frida utilizó como metáfora para describir a su mamá. La cocina se llenaba de vez en vez con el aroma del mole negro y las tlayudas y del chocolate espeso acompañado con el pan de yema.
Familia de Matilde Calderón y González (1890) de Ricardo AyluardoMuseo Frida Kahlo
Las remembranzas regionales inculcadas por su madre, las encontramos también en la pintura que nos está sirviendo para ejemplificar esta tradición doble, popular, en las pinturas de Frida. Debido a que si bien la artista está usado un modelo estético europeo, a este le incorpora toda una serie de elementos iconográficos del uso folclórico mexicano. El volcán Popocatépetl que tiene un simbolismo que nace desde la mitología nahua. Las adelitas, estas mujeres indígenas que seguían a sus parejas, campesinos de todas partes de la República, luchando la gesta revolucionaria. Este sincretismo es lo que hace que las obras de Kahlo tengan ese poder visual.
Frieda y Diego Rivera (1931) de Frida KahloSan Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA)
A Frida le gustaba el arte popular cuando era joven, pero lo entiende a cabalidad, una vez que en 1929 se casa con Diego Rivera, quien era un admirador incondicional de las expresiones indígenas. Es a partir de este año, que Frida comienza a incorporar una serie de elementos que pronto serán un sello distintivo en su plástica, como la cartonería que se elabora para la Semana Santa, que se denominan “judas”.
Alebrije de Pedro LinaresMuseo Nacional de la Muerte
Una de las escultoras más importantes que ha tenido México, es Carmen Caballero, artista que realizaba los “judas” más extraordinarios de esa época y fue buena amiga de Frida y Diego. Otro escultor singular amigo de los artistas, era Pedro Linares, quien creó el canon estético denominado “alebrije”, estos híbridos de la mitología popular.
Toca para ver
Cuando se va de visita a la Casa Azul –Museo Frida Kahlo-, una de los recorridos visuales más interesantes que se pueden hacer, es poner atención en cada una de las piezas de arte popular que ahí se encuentran en exhibición, ya que nos van señalando el itinerario de viajes de la autora; como también a todos los artistas “populares” que eran de su gusto, a los cuales trató y de algunos se hizo amiga. En esta casa podemos ver obras maestras de Modesta Fernández, de Candelario Medrano y de Herón Martínez, todos genios de la escultura y cuyas expresiones artísticas debemos saber, tienen la misma importancia estética que poseen las obras de Frida y Diego.