La producción de Bellotto –sobrino y afamado discípulo de Antonio Canal, il Canaletto– ha representado grandes dificultades para los historiadores de arte en virtud de su parecido con la obra del célebre vedutista. La estancia entre Florencia, Turín y Verona le permitió cultivar un estilo más propio, que buscaba escenarios reales o imaginarios de paisajes, ruinas clásicas y las muy solicitadas vistas venecianas.
Aún con el influjo del más famoso pintor del siglo XVIII, Belloto se alejó del taller del tío para irse a vivir a Roma donde desarrolló un estilo propio con otras escenas y motivos distintos, lo que le permitió trascender su talante pictórico a Europa central.
Por invitación del monarca polaco Augusto III, aceptó el cargo de pintor de la corte en Dresde. De aquella estancia datan esta obra y otra del mismo nombre (ambas en el acervo del Soumaya) que entre 2011 y 2012, formaron parte de la muestra Arquitecturas pintadas. Del Renacimiento al siglo XVIII en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, España. Sendos lienzos refieren a la naturaleza pródiga con escenas bucólicas donde cielo, arboleda, puente y ríos evocan el gusto del maestro por el capriccio.
Unas nubes inmensas bajan y dan el perfil a un paraje de montañas y árboles. El azul claro del cielo dialoga sobre sutiles tonalidades con un lago de agua más verde que marino. El gusto de Bellotto por lo rústico está dado en la arquitectura de puentes, arroyos, y por los personajes que, diminutos, completan una narración que invita a pensarbun estado de las cosas en donde la naturaleza logra el mejor argumento plástico.
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