En el siglo XVI no era común que los campesinos tuvieran un apellido y bastaba con saber de quién eran hijos o bien de qué pueblo procedían por lo que Jan Brueghel, el Joven, miembro de una notoria familia de artistas, solía firmar «Breughel» con las dos primeras vocales de su apellido invertidas para diferenciarse de sus parientes homónimos. El retrato costumbrista del Flandes de la segunda mitad del siglo XVI y XVII quedó plasmado en este gremio familiar.
La tonalidad unívoca azul verdosa y los conjuntos en primer plano que ilustran las obras de Jan son clara muestra de la influencia del pintor Gillis van Conixloo (1544-1607). El corte de las copas de los árboles a la altura del marco, para Letizia Ruiz Gómez, es un artificio que genera realismo en la composición y funde al espectador con el paisaje.
La serie sobre la vida de Adán y Eva fue encomendada por el rey Luis XIII de Francia al joven Brueghel para decorar las estancias que ocupaba la corte gala en el Castillo de Saint-Germain-en-Laye.
Como suscribe Craig Harbison, sus pinturas estaban cargadas de simbolismo y requerían de libertad para mezclar y combinar diversos elementos procedentes de la naturaleza.