Autorretrato y Musa

Estoy pintando o aprendiendo a pintar. Me llevará mucho tiempo hacerlo como yo quisiera, pero es hermoso sentir el crecimiento de la visión que uno tiene sobre las cosas. Escribía Gibran Kahlil Gibran en París, el 2 de octubre de 1908, a Mary Haskell.
El pensador de origen libanés resignificó las letras y llevó su filosofía a los derroteros de la pintura. Con sinceridad, el poeta y artista revela en un acto místico las profundidades y esencias del ser.
Desde la primera infancia, Gibran eternizó a los cedros milenarios que emergen del bled, la tierra, en lo más sagrado del valle de la Qadicha. Su cuaderno de dibujos, realizado hacia los once años, también forma parte del acervo de Gibran que conserva y difunde Fundación Carlos Slim.
Gibran sintió fascinación por el universo mitológico y profético de William Blake (1757-1827) y Eugène Carrière (1849-1906), y se queda deslumbrado por la riqueza de las fuentes que enriquecen su vocabulario poético y visual, apunta su biógrafo Alexandre Najjar. Gracias a los contactos y mecenazgo de Haskell, estudió en la Academia Julian de París. Ahí aprende el Simbolismo que intensamente pintará entre 1908 y 1914.
Con la esfera representará el cosmos, globo celeste y quintaesencia. Busca abrir con verdad y en el interior la mirada. Virtud creativa del deseo en la unidad del ser. El profeta del exilio invita al espectador a un viaje por lo insondable. En primerísimo plano, la esfera sostenida por una musa, quizá la propia Mary Haskell, recuerda en Arena y espuma: Apenas ayer pensé que yo era un fragmento vacilante, sin ritmo, en la esfera de la vida. Ahora sé que soy la esfera y que toda mi vida se mueve en rítmicos fragmentos dentro de mí.