Rubens era arquitecto, coleccionista, numismático, experto en arte y diplomático de modales cortesanos. Se levantaba a las cuatro de la mañana y pintaba con pasmosa facilidad mientras hacía el dictado de alguna carta, a la vez que conversaba con un visitante o escuchaba en el idioma original textos de los poetas e historiadores griegos y romanos.
Alrededor de dos mil pinturas salieron de su prolífico taller, en el que colaboraban otros pintores. El gusto moderno por las obras totalmente autógrafas estima los bocetos al óleo del maestro para los grandes cuadros ejecutados, en todo o en parte, por sus asistentes. En 1950 la obra fue autentificada por el Museo Real de Ámsterdam y luego estudiada por el profesor Julius Held, quien sostuvo que más que un retrato civil es un trabajo preparatorio para un apóstol.
Asimismo son del pincel de Rubens los retratos que hizo de él mismo y de su familia, y estudios como esta Cabeza de un hombre barbado. La tabla ha sido asignada a Rubens por Friedländer, Valentiner Held y Jaffé, quien la cree pintada hacia 1617 ó 1618, lo que situaría el lugar de su realización en la casa-estudio (hoy reconstruida y convertida en museo) de la calle Wapper de Amberes, en los tiempos en que el joven Van Dyck acudía al domicilio para asimilar los secretos del estilo y la técnica prodigiosa de Rubens.
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