Esta instalación reproduce un taller de pintura de loza perteneciente a la fábrica de La Cartuja de Sevilla, en el cual se decoraban piezas de vajillas y de cerámica artística principalmente.
La loza fina de mesa y adorno tiene su origen en las manufacturas reales de porcelana del siglo XVIII. La crisis de estas fábricas durante el siglo XIX ocasionó la búsqueda de nuevos procedimientos más baratos y destinados a un público más amplio, como el estampado mediante calcografía. A pesar de la introducción de estas nuevas técnicas industriales, se mantuvieron labores de fabricación estrictamente artesanales como es el caso de la pintura a mano, ya sea a mano alzada o marcando la silueta con ayuda de estarcidos.
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