Forma parte de un lote de 3 cantorales, robados en Sevilla en 1968 y recuperados y entregados por las autoridades norteamericanas al cónsul de España en San Francisco. Como parte del Patrimonio Documental de Andalucía, sin procedencia exacta, fueron depositados en el Archivo General de Andalucía. Miniados, con orlas y letras capitales iluminadas a la aguada con lacería mudéjar y motivos platerescos, los libros están encuadernados en piel de becerro sobre madera.