Corredor de la hacienda de la Mina de Mellado en Guanajuato, México

En 1558, en los alrededores de lo que hoy es la ciudad de Guanajuato, se descubrieron los primeros pozos de extracción de minerales de Rayas y Mellado, lo que dio lugar al hallazgo de uno de los filones de plata más importantes del orbe. Para septiembre de 1790, luego de que el célebre Alexander von Humboldt viajara a Pachuca –donde realizó un minucioso reconocimiento de los reales de minas y tras gestionar el desenterramiento del monolito mexica de la diosa Coatlicue–, vistió los regios centros argentíferos del Bajío: La Valenciana, Mellado, Rayas, Villalpando y Belgrado.
En el Camino Real de Tierra Adentro, una parada obligada era el templo y convento de Nuestra Señora de la Merced, identificado en este lienzo por la investigadora Francesca Conti. El claustro fue eternizado en 1863 por los exquisitos pinceles de Eugenio Landesio, en uno de los mejores periodos de trabajo del italiano, y justo diez años antes de verse obligado a salir de México debido a su negativa de firmar las Leyes de Reforma.
El sitio parece alejarse del bullicio minero que describe el profesor de mecánica racional en la Escuela de Minería de la Ciudad de México, don Manuel Rivera Cambas (1840-1917): Los silbidos particulares de los trabajadores que se entienden perfectamente por medio de tan raro lenguaje, el ruido de las máquinas de vapor, el relinchar agudo e intermitente de las ruedas que mueven los morteros, el incesante martilleo que se percibe en los patios de la peana, el rechinar de los malacates y las lejanas detonaciones más o menos perceptibles, revelan la vida activa de esas poblaciones mineras, cuyo tipo es esencialmente mexicano.
Alarde de perspectiva, construcción de planos, dibujo y colores luminosos que a diferencia de sus descripciones en los óleos de reales de minas, Landesio sugiere, como en Antesacristía del convento de san Francisco sito en el Museo Nacional de Arte Moderno, la intimidad. Aquí un sólo espacio habitado por luz y un perico.