Impulsados por el deseo de descubrir y aventurarse en territorios nuevos, y por abrir rutas comerciales a Oriente, los navegantes portugueses iniciaron las expediciones a las Canarias y a África a principios del siglo XV. Ya en 1475 establecieron las primeras factorías comerciales dedicadas a la extracción de pimienta africana, oro y marfil, y al tráfico de esclavos.
A partir del Tratado de Alcaçovas (1479) y posteriormente con el de Tordesillas (1494), se delimitaron las zonas de influencia de los reinos de Castilla y Portugal al establecer la línea imaginaria 370 leguas al oeste de la isla de Cabo Verde, con la asignación del oeste para los castellanos y el este a los lusos. A partir de 1501, y conforme avanzó el siglo, se establecieron vínculos comerciales en Cochín, Calicut y Goa en India; las Molucas en Indonesia; Lintin en Cantón; en China, e incluso en Japón. Finalmente, el poderío luso se consolidó en 1550 con la obtención del arrendamiento de Macao.
De los territorios establecidos en India procede la talla del marfil bajo la manera indoportuguesa, que se diferencia de la cingalo y nipoportuguesa por esculturas de rasgos faciales con ojos pequeños y párpados estrechos, nariz recta y corta, y boca recta. Es el caso de este Cristo muerto. El tratamiento de la cabellera en mechones largos, quebrados en ángulos rígidos, es propio de la fabricación india.