Antes de la puerta, nos dice Rodin, sentado sobre una roca, Dante [1265-1321], pensando el plan de su poema [...]. Delgado, ascético, en su vestimenta angosta, Dante separado del todo no habría tenido significado. Guiado por mi primera inspiración concebí otro pensador, un hombre desnudo, sentado sobre una roca, sus pies empujándolo hacia arriba, su puño contra sus dientes, él sueña. El pensamiento fértil lentamente se produce a sí mismo en su cerebro. No es más un soñador, es un creador.
En la primera exposición el título fue El Poeta, y para la del año siguiente –con Monet (1840-1926) en París– El Pensador, el poeta. Rodin no trabajó variaciones, ensambles ni fragmentaciones sobre ella, hasta que decidió reproducirla en diferentes escalas. La obra levantó polémicas. Una parte de la crítica le auguró el fracaso: Es un bruto enorme, un gorila, un Calibán, estúpidamente obstinado, que rumia una venganza. […] Antes de treinta años –escribía el crítico Gabriel Boissy en 1904–, nos reiremos del entusiasmo actual y le preguntaremos al señor Rodin, que ridiculiza la belleza y propone la brutalidad como dogma plástico, cómo encontró admiradores. La genealogía de más antiguo abolengo de esta obra está en las esculturas de Michelangelo (1475-1564): Moisés, Il penseroso, las efigies de Giuliano y Lorenzo de Médici, la alegoría de La Noche, y en el Jeremías de la Capilla Sixtina. También es clara su filiación con el reputado e innovador Ugolino de Carpeaux. Y de entre las obras del mismo Rodin que la preceden, se relaciona con el Torso de Belvedere y las figuras del Monumento al burgomaestre Loos en Amberes. La escultura no es una alegoría sino el retrato de un hombre libre que piensa –indicado por el gorro frigio–, de quien no se detiene a ver sólo las cimas de la humanidad y puede ver también la miseria. Detrás de El Pensador hay una multitud de poco más o menos de 200 figuras en la grávida atmósfera de La puerta, que consiguen estremecer el cuerpo entero de quien las mire. Rilke (1875- 1926) apostilla: [Rodin] Realizó todas esas figuras y esas formas del sueño de Dante; las sacó como de la profundidad agitada de sus propios recuerdos y les dio, una por una, la redención de ser cosas. La indiferencia ante ellas sería imposible, por lo que hizo que el cuerpo del personaje principal de La puerta dejara su testimonio. El escultor murió en noviembre de 1917. En su testamento había dispuesto que El Pensador estuviera sobre su tumba. Así fue enterrado: con la vigorosa figura mítica del hombre pensante y creador sobre su muerte.