Rotos por la guerra y repudiados […] después de pasados tantos años, construyen un caballo de enorme tamaño según el arte de la divina Pallas y entretejen sus cuadernas con madera de abetos que habían talado, escribió Virgilio en su célebre Eneida.
El artista presenta la caída de Troya en una estampa idealizada de la Roma imperial. Todo es llamas en un incendio de vivos naranjas y humareda. Delante de la columna que recuerda a la del emperador Trajano, el caballo de madera ha sido abandonado por los ejércitos de Agamemnón que se ocupan de perseguir a las mujeres. En el primer plano, apunta el investigador Alexander S. Murray: De los pocos troyanos que escaparon estaba Eneas, con su padre Anquises y su hijo Ascanio. Con su padre en hombros, huyó al Monte Ida y después a Italia, donde se volvería el fundador de una nueva raza.
Por su parte, las mujeres de Troya cantarían sus lamentaciones en la voz de la depuesta reina Hécuba en las líneas trágicas de Eurípides: ¡Levanta tu cabeza, desventurada! Levanta tu cuello, ya no existe Troya, y nosotros no reinamos en ella. ¡Ay de mí! ¿Cómo no he de llorar sin patria, ni hijos y sin esposo? ¡Desdichada de mí! [...] ¡Ay de mi cabeza! ¡Ay de mis sienes y mi pecho!