Recuerdo la primera fotografía que hice de una planta, hace catorce años. Era diminuta, su color amarillo destacaba sobre el verde seco de la hierba que la rodeaba. Por entonces iba en busca de grandes extensiones de terreno para fotografiar , pero algo me llamó la atención en aquel detalle tan diminuto que sobresalía de la hierba. Nunca la pinté por su color tan llamativo.
Años más tarde descubrí Doñana. Fue un éxtasis. Mares de arena y matorrales por medio. Colores neutros ideales para mi pintura. Finalmente volví a la zona donde más recuerdos tengo de mi infancia, el Ventorrillo y la Bardena donde aprecié y me identifiqué con los espartos y los matorrales en medio de la nada.
Carlos López González
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