Filósofos eran todos aquellos que buscaban la luz de la razón, ya fueran científicos o humanistas como ahora los llamamos. Estos personajes se añadieron al catálogo de vidas de santos y profetas del siglo XVII. Filósofo de Ribera –a cuyo modelo retrataría también para un Euclides o Pitágoras, en la colección del Museo del Hermitage– sigue constantes características compositivas para los pensadores: la luz ilumina sus atributos y el rostro; y los fondos son negros para destacar sus figuras como en desafío de la inteligencia castigada, pero enérgica, al mundo que le rodea, en opinión del estudioso José Camón Aznar.
En contraste con los personajes andrajosos, de encarnados espíritus, como el sonriente mendigo Demócrito del Museo del Prado, Ribera pondera en esta obra la actividad intelectual que cubre todo el cuerpo del personaje con un ropaje austero. Para el investigador Benito Navarrete, este cuadro y los del Museo de Bellas Artes de Valencia, Pitágoras y Demócrito, de factura semejante, pueden pertenecer a una misma serie –otros lienzos afines se encuentran en el Museo del Prado (un Demócrito) y en el Museo de Picardie (un Platón), en Amiens, Francia–.
La representación de filósofos griegos fue herencia del Humanismo italiano de fines del siglo XV. Los gestos varoniles, firmes y serenos del rostro y manos constatan la certeza de que Ribera es también un gran dibujante.