Dentro del paisaje urbano, unas cubiertas viejas suelen asociarse a una gomería o una protesta. Me interesa proponer una conexión entre éste símbolo popular y una vasija antigua. La arcilla como materia y la forma particular que adquiere el conjunto conectan ambos universos. El automóvil como motor del avance tecnológico a partir del siglo XX, pero también como agente que arrasa y atropella, aparece aquí reducido al elemento que lo hace moverse, como una ruina en la que se imprimió a través del tiempo, parte del terreno recorrido. El humor me sirve como herramienta para suavizar el drama de un hecho sensible, pero al mismo tiempo como acto que invita a llenar el vacío que se produce después de la sonrisa inicial. La paradoja del artefacto que oprime la tierra, la lastima y deja una marca sobre ella, al objeto inerte que termina siendo tapado como en una revancha histórica, por aquello que sacó del camino.