Teófilo Castillo vio en el paisaje peruano un motivo importante a tratar, no sólo desde el reto técnico que ello implicaba, sino como una manera de forjar un arte nacional. Paisaje del Huascarán puede verse como uno de los lienzos que inaugura la pintura de paisajes en nuestro país. En este, Castillo nos presenta al nevado más alto de los Andes peruanos de una manera romántica, buscando generar una emoción sobrecogedora en el espectador.
El autor no se limita a reproducir el panorama que contempla, sino que además lo idealiza, confiriéndole visos de un lugar atemporal. Vemos el nevado que recibe los últimos rayos de sol del día, mientras que, a sus pies, la laguna de Llanganuco, apenas alumbrada por el reflejo del nevado, es surcada por una pequeña embarcación. En un plano próximo al espectador, Castillo se ha autorretratado realizando un apunte de la laguna.
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