Interior con Susana

Como otros pintores de su tiempo, Ismael González de la Serna viaja a París, ciudad en la que habían surgido los movimientos artísticos renovadores que hicieron tambalearse los cimientos del arte tradicional y donde se continuaban llevando a cabo las experiencias más innovadoras. Allí fija su residencia desde su llegada en 1920 y conoce a pintores ya consagrados como Pablo Ruíz Picasso. Vive de cerca la efervescencia artística del París anterior a la Segunda Guerra Mundial y entra a formar parte del grupo de artistas españoles de la Escuela de París.Su inquietud le conduce a investigar continuamente sobre las posibilidades expresivas de la pintura y a participar en las experiencias de las vanguardias históricas que reinterpreta desde su óptica personal. De su asimilación de estas nuevas formas artísticas será fundamental su acercamiento al cubismo pues siempre conservará en su obra la tendencia a la geometrización y la simplificación de las formas que aprendiera en aquél.Interior con Susana conserva esos recuerdos cubistas que le llevan a la simplificación formal, a ignorar premeditadamente la representación tradicional del espacio basada en  las leyes de la perspectiva. De su experiencia cubista queda también el gusto por la representación de las naturalezas muertas, que en este caso sitúa en el centro de la composición.En este lienzo llama la atención el contraste entre la quietud que transmite el personaje con el aparente desorden en el que están dispuestos objetos como frutas, papeles y partituras. También la oposición existente entre los dos extremos del cuadro: a un lado, la protagonista, abstraída, sentada, vestida de negro; frente a ella, un sillón vacío tapizado con una potente tela roja. Una escena que evoca un elocuente silencio.Al fondo, una ventana abierta nos lleva hacia el mundo exterior que deja ver un luminoso azul.