Villalpando difundió con su obra de manera especial el culto a la Dolorosa en Nueva España. Cada elemento de este magnífico óleo en la pinacoteca de Museo Soumaya. Fundación Carlos Slim es testigo de la mejor etapa del artista (1680-1689). Según la ortodoxia, las manos entrelazadas, el llanto contenido y un manto con destellos purpúreos representan uno de los momentos más conmovedores del Evangelio. En la Pasión de su Hijo, la joven María mira hacia el paño de la Verónica que pende sobre la cruz y revela el rostro que enjugó. La profecía de san Simeón, una daga de dolor atravesará tu alma (Lucas 2:35), es manifiesta en el corazón traspasado que tiñe su manto de sangre.
Trece dracmas de plata novohispana se derriten al ser dinero mal habido. Hubo por ese tiempo controversias sobre las reliquias, ya que cuatro sitios sostuvieron que poseían un clavo santo. Uno por cada extremidad. El autor plasmó tres unidos y uno más discreto en donde se apoya el mazo. Siguen el pañuelo y la bandeja con la esponja que los romanos cargaban de vinagre, para dar de beber y hacer soportar el padecimiento durante más tiempo.
A diferencia de otras Dolorosas realizadas por Villalpando, como la del templo del Carmen en Guadalajara o la que resguarda el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, en este óleo un angelillo sostiene el espejo de gracia que refracta y vincula el dolor mariano con el mundo.
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