La Magdalena Penitente

El aprendizaje del napolitano Luca Giordano estuvo marcado por José de Ribera, en cuyo taller se desenvolvió los primeros años de su carrera. En paralelo al siglo, su obra quedará inserta en las tendencias en curso: del Naturalismo al Barroco romano. Fue un gran versado de la pintura veneciana, resultado de su interés por conocer diferentes técnicas que lo llevó a realizar obras «a la manera» de Raffaello, Tiziano y Rubens. Contó con una producción amplia, y fue notable su celeridad al pintar. Esto le valió que lo llamaran «Luca fà presto», expresión que se cuenta que usó su padre para apremiarle. En Roma fue ayudante de Pietro da Cortona hacia 1650. La Magdalena penitente pertenece a uno de los temas más profusamente trabajados de la época. Tiene la impronta caravaggiesca. Y del estilo de Ribera, uno observa a la santa en un espacio cerrado y oscuro en su gruta. La cruz simboliza su fidelidad a Cristo, el libro de oraciones, vínculo con Dios, y la calavera que sostiene entre las manos es evocación de que la vida transitoria en esta tierra, le dan profundidad a su disposición contemplativa. El vestido, ahora gastado, es testigo de la vida disipada. En lienzo, el Escorial y el Museo del Prado conservan cuadros similares del autor. En la obra de Museo Soumaya, un par de ángeles guardan a la penitente durante el arrobo.
Como pintor real de Carlos II, llegó a España en 1692. Realizó trabajos a los que se sumaron los comisionados por miembros de la corte y la iglesia. En 1702 volvió a Nápoles, donde pintó la Historia de Judith para la sacristía de la Cartuja de San Martín, obra que le representó gran celebridad. A inicios del presente siglo, el historiador de arte Alfonso Pérez Sánchez preparó una exposición para celebrar la historia de la pintura en España. Los números que aparecen abajo, cargados del centro a la izquierda de la tabla, son huella del inventario y denotan la pertenencia de la obra a una colección bien organizada y antigua, cuyo nombre se desconoce.