La Piedad

Aurelio perdió a su padre cuando era niño; aun así, recibió una fuerte influencia de él en su trabajo. Luini conservó una historieta y un pequeño libro con cerca de cincuenta trazos de Leonardo da Vinci; en ellos, la abstracción del dibujo partía de un proyecto racional, es decir, se cuidaba más el efecto que se quería dar, lo que alentó el sentido humanista de los pintores desde el siglo xv.
En esta obra, sobre el papel de lino se aplicó la tinta a la que se le solía agregar esencias de flores para perfumarla. Asimismo, para evitar el ataque por hongos, los artistas usaban antisépticos como el vinagre o esencias de clavo, rosas o tomillo.
La Piedad se aleja en cuanto al estilo de sus primeros trabajos, ya que los acentos de luces son más dramáticos. Las figuras alargadas en el Manierismo mueven a la devoción. La Virgen María sostiene el cuerpo inerte de su Hijo en contrapposto, sus piernas y caderas en oposición al sentido de su cabeza y se arquea en su propio eje.
Figuras monumentales con gestos expresivos distinguen la última década de su trabajo. Su magnífico talento lo llevó a consolidar el prestigioso taller que fundó su padre y al igual que él, llegó a firmar como Lovino o Luppino; juntos consiguieron grandes proyectos para pintar en los templos más importantes de Milán, como los bellos frescos de Santa María de las Gracias.