Padre del Canaletto y seguidor de Luca Carlevarijs (1663-1730), Bernardo Canal fue registrado en el gremio de pintores venecianos en 1717. Realizó escenografías con la ayuda de sus hijos Christoforo y Antonio. Su obra es breve y llega a ser consignada como autógrafa de este último, ya que tuvieron una época de producción a la par.
Dos temas se disputan el protagonismo del cuadro hoy en la colección mexicana. Por un lado la descripción minuciosa de los edificios que forman parte de una de las perspectivas más hermosas de la emblemática plaza. En sus vistas el autor trabajó con gran minuciosidad la arquitectura, lo que hace posible identificar los decorados de cada edificio. Por otro lado, la narración visual de un asunto de orden costumbrista a partir de la referencia de sus habitantes retratados en la cotidianidad. Distintos grupos de personas se acompañan y transcurren en su día a día. Vestidos al detalle, hombres y mujeres son arropados por las tonalidades de intensos drapeados. En esta crónica se incluyen perros como parte del paisaje cultural veneciano.
Un aspecto esencial deleita el ojo y el gusto en este cuadro de Bernardo Canal. La luz que baña el empedrado de la escena logrado con sus cielos de nubes escaladas, característica esencial del pintor. Y el efecto de unas contundentes sombras que logran dar volumen entre la columnata y la plaza, con la maestría del veneciano