Uno de los pasajes de mayor alientopara la plástica barroca fue la vida de san Antonio, el religioso superó todas las instigaciones del mal con la fuerza de su fe. Dios deja que el diablo ataque a los santos, de modo que se incremente su gracia a partir de las tentaciones externas, explicó san Agustín. Pieter Brueghel, el Joven, lo dispuso en el centro del característico paisaje flamenco sin sentido, en desorden y rodeado por las tentaciones y pecados capitales. Dentro de la choza y sobre el techo, figuras antropomorfas se reúnen para celebrar la lujuria, el juego, la codicia y la bebida. En la parte inferior de este óleo, enanos, codornices animadas y pequeños monstruos danzan alrededor de la mesa. El espectro de cabeza lleva el barril y sostiene un cuenco, parece estar inspirado en la obra homónima de Hieronymus Bosch sita en el Museo de Arte Antigua de Lisboa, Portugal. La escena erótica, como parodia grotesca del jardín del amor, confronta al santo, quien con fe rechaza al Maligno y lee hincado las Sagradas Escrituras; su rostro, de semblante sereno, refleja tranquilidad y esperanza a los fieles. A la izquierda, la ciudad arde en llamas, junto con la Torre de
Babel.
El especialista Klaus Ertz apunta: es posible que el autor se haya inspirado en varias estampas del padre para realizar el cuadro. Esta tabla es la primera de tres versiones conocidas del artista.