Bernardino di Betto es, al lado de Fiorenzo di Lorenzo y Pietro Vanucci, uno de los artistas más importantes de Perugia. Hacia 1481 se trasladó a Roma para asistir al Perugino en la decoración de la Capilla Sixtina. El papa Alejandro VI le comisionó en 1492 la obra con la cual debuta en los círculos romanos: los frescos del Appartamento Borgia. El Pinturicchio trabajó por varios años en la Ciudad Eterna, donde fue muy apreciado por la aristocracia, hasta que la competencia con Raffaello y Michelangelo, así como la muerte de Alejandro VI, lo llevaron a establecerse en Siena.
Al seguir un estilo característico de la Escuela sienesa, la tabla tiene una capa de preparación sobre la que se utilizaron punzones para obtener los motivos geométricos que la adornan. Luego se aplicó la hoja o pan de oro y, al final, se barnizaron tanto el dorado como la capa pictórica con una solución coloreada. En los nimbos de la Virgen y el Niño hay inscripciones en latín. La obra procede de algunas colecciones francesas, entre ellas la de Georges Renand. En 1993, el profesor Federico Zeni sugirió que fue realizada entre 1492 y 1495, época en que el autor se encontraba en Roma. Apareció publicada en La pintura umbra del Doscientos al Quinientos, de F. Todini (1989) y en el Estudio sobre el Pinturicchio: de las primeras pruebas a la Capilla Sixtina, de Nucciarelli (1998).
Di Betto presenta en su composición una de las advocaciones más comunes: la Virgen de la Ternura. El Niño no acaricia ni atrae a su Madre, aunque sí juega con un ave que tiene en la mano. El jilguero simboliza la pasión de Cristo. Ella, con una mano lo abraza con fuerza y con la otra lo señala. Conoce el destino de su Hijo y su mirada está llena de melancolía.