El Sassoferrato obtuvo su primera formación artística al lado de su padre. Más tarde ingresó al taller del Domenichino (1581-1641), maestro del clasicismo romanoboloñés. Gran admirador de Guido Reni y Raffaello Sanzio, mantuvo la tradición de pintar imágenes religiosas con la elegancia del Renacimiento. Mientras que el arte medieval tenía como función transmitir un mensaje de salvación que trasciende toda experiencia sensible, [en el Barroco] la pintura y la escultura van a estar determinadas por el mundo que se puede percibir directamente, señala el investigador Manfred Wundram. La Virgen adora al Niño dormido tiene como centro el cuerpo de Jesús. En opinión de Stefano Zuffi […] la tela es una alegoría de la Resurrección, en la que María retira de Jesús el sudario que cubrió su cuerpo tras la Crucifixión y la muerte, [ella] la primera entre todas las criaturas humanas, está iluminada por la luz que irradia el Niño.
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