Michele Tosini convivió con algunos de los maestros más influyentes de su época como Lorenzo di Credi, Andrea del Sarto, Pontormo, Francesco Salviati y Agnolo Bronzino. En el tiempo en que la Contrarreforma regulaba los aspectos de la fe, para el investigador David Franklin, el artista se mantuvo alejado de los amaneramientos que sobrevinieron en la plástica italiana de mediados del siglo XVI. Tosini tomó su nombre de Ridolfo Ghirlandaio (1483-1561) –miembro de una de las dinastías artísticas más notables de la Florencia renacentista–, luego de hacerse cargo de su taller. En su obra se identifica también la influencia de los colores vivos e intensos de Giorgio Vasari, con quien trabajó en la decoración de los techos del Palacio Viejo florentino.
De las numerosas versiones de La Virgen y el Niño con san Juan Bautista que resultaron de sus pinceles –donde destacan las de los museos de Arte Palmer en Pennsylvania y McMullen de Massachusetts, en los Estados Unidos–, ésta de Museo Soumaya es más cercana a la estilización y teatralidad propias del Manierismo. En los ejemplos anteriores, las suaves líneas y el cuidado de las formas ratifican el criterio de los biógrafos de Tosini que lo definen como un pintor plenamente renacentista. La obra mexicana, sin embargo, privilegia una factura triangular donde María, de cuello y manos alargados, sujeta al Niño que busca, en pronunciado escorzo, unir su mano derecha con la de su primo el Bautista.
Esta tabla quizá estuvo en el lateral de una iglesia por la orientación de Jesús quien parecería bendecir a los fieles. A la manera de los italianos del quinientos, un paisaje resuelto en azules degradados marca la planimetría de la obra. Gestualidad y dulzura se manifiestan en los tres rostros.
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