Símbolo de la vida contemplativa, María Magdalena es también el icono de la expiación. Como arrepentida, opta por el sacrificio en la soledad y la encontramos: desnuda, con pocas prendas o solamente cubierta por sus cabellos que recuerdan por momentos el pelo de camello o piel de cordero, típico vestido del anacoreta del desierto.
La escultura nos lleva a la gruta de Sainte- Baume donde se retira la pecadora por treinta años. Vestida con amplios paños que la cubren casi por entero, sus largos cabellos rizados acompañan los pliegues de un gran manto que no deja ver nada de su cuerpo. Está descalza; su rostro inclinado hacia el suelo.
La pieza fue propiedad del Museo Metropolitano de Arte, en su sede de Los Claustros, en Nueva York, EE.UU.. El especialista Joseph Breck la describió en la guía editada en 1923, contra la pared hay dos estatuas de la Magdalena, ambas francesas; una muestra los característicos pliegues del pesado drapeado de la escultura borgoñona del siglo XV; la otra, la elegancia amanerada de la escultura francesa a principios del XVI.