Una característica de las élites antioqueñas a finales del siglo XVIII era su vocación comercial; esta era fundamentalmente de oro, aunque posteriormente, con el auge cafetero, los campesinos se vieron obligados a transportar todo tipo de mercancías para suplir las necesidades de los diferentes pueblos y conectar las ciudades a través del comercio. A estos hombres que surcaron caminos por las montañas se eles denominó "arrieros". Por su labor y origen humilde, el arriero viste prendas sencillas y cómodas para llevar a cabo tan ardua labor.
Entre las prendas, destacan, el sombrero, normalmente elaborado de paja que toma diferentes nombres de acuerdo con la región (toquilla, lucaica, cestillo, muparro, nacuma, jipijapa, entre otros) el pañuelo rabo e gallo que se ata al cuello, distintivo de la arrogancia viril; la franela de algodón a rayas horizontales, preferentemente de color rojo y de manga larga; el poncho o mulera, el bordón, para mover las mulas para transportar las mercancías el tapapinche, una especie de delantal grueso de cuero o lona, utilizado para proteger el pantalón, el pantalón de dril; la vaina para el machete y el carriel .