Pieter Brueghel, el Joven, hereda de su padre, Pieter Brueghel, el Viejo, el gusto por escenas populares que no niegan la influencia de la novela bufonesca –género originado por Rabelais en su libro Gargantúa y Pantagruel–, y con ésta la actitud psicológica de pesimismo que ya había asumido su padre.
Esta obra trata un asunto de la vida cotidiana, en la que el personaje principal es un viejo músico ciego que toca la zanfona para unos niños que se acercan a escucharle.
El cuadro muestra muchos otros asuntos del pueblo; es de admirar la descripción meticulosa de vestidos y utensilios rústicos.
Dos grupos de personas flanquean al principal: en el de la izquierda, campesinos charlan entre ellos; en el otro, un hombre y una mujer se afanan en la matanza de un cerdo mientras son contemplados con interés por un grupo de niños y una pareja de ancianos.
En el lado derecho de la ventana se asoma un infante, cuyo gesto parece sintetizar lo que Alfonso Pérez Sánchez admirara en esta obra: que es testimonio de la vitalidad popular en el ámbito flamenco de principios del siglo XVII. Otra composición similar está fechada en 1608; Gluck cita hasta ocho versiones del artista.
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