La vocación natural es la obra más importante de los inicios de la carrera artística de Carlos Baca-Flor. En el libro Vidas de Giorgio Vassari se cuenta que Giotto (1267-1337) era un niño humilde que pastaba su rebaño y que en sus momentos de descanso acostumbraba dibujar en las piedras a sus ovejas. Cierta vez, Cimabue, un reconocido artista, descubrió esos dibujos y quedó asombrado por el talento de aquel muchacho, a quien hizo su aprendiz.
Baca-Flor posiblemente encontraría en el relato un vínculo con sus propias vivencias. Él se vería a sí mismo como un Giotto, a la espera de su gran oportunidad, de allí que no sea casual que en un extremo de la caja donde se apoya el muchacho, se encuentre un papel pegado con la inscripción “París”, en aquel entonces el centro neurálgico del arte internacional.
Otro punto importante de este lienzo es la esmerada representación anatómica del modelo. Sin embargo, el artista vivió el momento del surgimiento de nuevas corrientes artísticas a partir del impresionismo, donde las novedades técnicas y expresivas rompían con las pautas académicas. De esta manera, Baca-Flor fue uno de los últimos artistas que tuvo como ideal clásico la perfección anatómica y la descripción detallada de la realidad.