La tradición de celebrar a los muertos los días 1° y 2 de noviembre es una costumbre que se originó en el periodo prehispánico, se mantuvo durante la Colonia y se fue modificando, hasta llegar a la festividad que se conoce actualmente. Ésta consiste en colocar una ofrenda que generalmente se divide en dos secciones: el piso y el altar.
El piso se recubre en su totalidad con aserrín de colores que pueden ser morado, rosa o naranja. Sobre el aserrín se distribuyen los alimentos, que pueden ser variados, sin embargo, no pueden faltar los dulces como las calaveritas de azúcar o chocolate, frutos cristalizados y la calabaza en tacha, además de frutas frescas como piña, tejocotes, cañas y jícamas. Entre los platillos están el mole con guajolote, tamales, antojitos mexicanos y las bebidas pueden ser pulque, agua y atole.
Los elementos tradicionales de una ofrenda son el pan, el agua, la sal, el copal o incienso, las flores y las velas.