Joachim Patinir desarrolló el género de paisaje al punto de identificarlo con una pintura regional sin parangón en las cortes europeas a la que hoy estudiamos como la célebre Escuela flamenca. Aunque no copió directamente del natural, sus composiciones se basan en la fuerza del entorno. El empleo del carbonato de plomo le permitió delinear las cimas y así crear un halo luminoso sobre las rocas.
La azurita, también llamada malaquita azul, es un carbonato de cobre que el mundo medieval importaba del norte de África o Asia. No obstante, este artista pudo obtenerlo de las minas de cobre de Dinant, que para el siglo XV estaban aún activas.
En la tabla se distingue una imaginación poética que permite expresar un mundo idealizado. La intervención de Lucas Gassel y los detalles que éste incorpora a las figuras humanas, dan como resultado cuerpos lo suficientemente robustos que permiten al espectador apreciar las formas de su anatomía. Uno de los temas emblemáticos de la pintura flamenca fue la Via Crucis. Aquí, el registro de los personajes y ambientaciones se caracteriza por un impecable preciosismo en los detalles. Narran los Evangelios que el Viernes Santo alrededor del mediodía, Cristo ascendió hacia el Monte Calvari compañado de una gran multitud que testificó los momentos previos a la Crucifixión.
Fue hasta el siglo XVIII cuando se instituyeron propiamente las estaciones del Camino de la cruz. Artistas como Patinir y su alumno Gassel, con la tradición católica flamenca, la representaron vinculada con escenas costumbristas y de elaborada descripción. Para el historiador del arte Ernst Gombrich: Desde los tempranos días de Van Eyck, los artistas flamencos y neerlandeses fueron reconocidos como maestros perfectos en la imitación de la naturaleza. Luego de una profunda investigación realizada por el especialista Alejandro Massó, se confirmó a Patinir como autor del entorno del Paisaje con Cristo como Varón de Dolores.
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